miércoles, 17 de julio de 2013

DÍA DE LAS MADRES Y MI MADRE HA MUERTO...(DIARIO DE UNA AGONIA 95)

11 am DIA DE LAS MADRES.... 

Me gusta el silencio de hoy….  Parece que el día se detuvo, no quiero oír ni el ruido de los carros, ni del viento, ni de las voces de la gente.

Recuerdo el día de las madres cuando mamá Clemencia vivía, todos compraban regalos para ella, hasta los mas pequeños hacían malabares para tener plata y comprar los vasos y tazas envueltos en papel celofán que vendían en los comercios en la Cooperativa, en los chinos siempre habían ofertas y mamá cocinaba para ese montón de gente que todo el día circulaba por la casa.

Mi mamá Ana tiene 3 meses que murió y todo sigue igual, nada se detuvo, murió sola en ese maldito hospital… creo que mi arrechera es grande, más grande que yo.. supera las paredes de mi cuerpo, supera el tamaño de mi alma… y se anuda en mi garganta y en mi estómago… es como si me fuera a reventar….

...  Como un globo lleno de aire bravo…

Pasó navidad conmigo, la vi recuperada, me atreví a pensar que ya pronto la traería de vuelta a su casa, no creo poder describir lo que siento, es imposible!! 

Tampoco esta Taner, mi hijo amado… no entiendo estos malditos días de celebración, tampoco entiendo porque unos tienen muchos y otros tenemos menos, quisiera que se borraran esas celebraciones, que no existiera este calendario, que la vida fuera como una pizarra acrílica donde se pudiera borrar lo malo.

Quisiera estar en silencio, solo hablando conmigo… así lo hago todos los días, me hablo y me hablo porque solo yo me entiendo.


LA MUERTE DE MAMA CLEMENCIA (DIARIO DE UNA AGONIA 94)

La muerte de mi mamá Clemencia me sorprendió, me parecía que nunca se iría, había crecido a su lado, me parecía que había pasado toda la vida viéndola, oyéndola, percibiendo su cálida sonrisa, su casi infantil mirada, a sus 72 años, tenia sus mejillas rosadas, sus ojos eran pequeños y alargados, sus pestañas eran cortas y lisas, su boca era pequeña, el cabello lo llevaba siempre recogido en un moño cuidadosamente peinado hacia atrás hasta que un día se lo cortó, su frente era angosta, era una fiel descendiente de los Timoto-Cuicas, su cuerpo menudo invitaba al abrazo, me encantaba abrazarla, jugaba a quitarle el sostén y le agarraba las tetas, la besaba en el cuello, le bajaba el medio fondo que usaba debajo del vestido y ella se contorsionaba riéndose por las cosquillas, solo yo me atrevía a tratarla así, ella era “la matrona” de la familia, su temple para criar a sus 8 hijos sola le crearon una fama de mujer dura, infundía un respeto absoluto e inobjetable…

Pero entre ella y yo, la cosa era diferente.

Recuerdo mi infancia en Chejendé, el aposento de ella era el último de la casa hecha de bahareque pero bien cuidada, la puerta de acceso a su habitación era muy bajita y angosta, casi hecha a su medida. A golpe de 11 de la mañana calculo yo, ella se escurría de los demás hijos, Zenaida, Aida, Digno, Marleni, Margara y de los más pequeños para ir a su aposento, yo camina a su lado, una vez que estábamos dentro del aposento ella se paraba delante de un baúl grandote de madera con bisagras labradas cerrado con un candado que ella abría con una llave que se enganchaba con un alfiler del sostén y en medio de tantas cosas que guardaba allí, sacaba una botella de miche anisado, se echaba un trago de la botella y en la tapita me daba a mi… salíamos de la habitación tomadas de la mano, en silencio, cada una a sus quehaceres, aún hoy en día no puedo explicar como una niña tan pequeña no compartía ese secreto si ella jamás me pidió que no lo hiciera…..

El baúl de mi mamá Clemencia guardaba muchas cosas; la plata que le mandaba mi mamá Ana y mis tíos que ya vivían en Maracay la metía en billeticos enrollados en una media de hombre  le hacía un nudo y la escondía entre las cosas, había una hermosa vajilla que mi papá Fulgencio le había regalado, era azul con dibujos de castillos y bailarinas creo que era bellísima… también recuerdo un cuadro de Jesús de Nazaret que cuando uno lo movía se veía primero el rostro y luego era como si Jesús se elevaba al cielo, también se lo había regalado mi papá que era “agente viajero” y siempre le hacia bonitos regalos.

Ella quiso mucho a mi papá…

Todas las tardes a las 5 mi mamá Clemencia se sentaba al frente de la casa aquí en Maracay, se fumaba un cigarrillo mientras conversaba con la “vieja Luisa” …  Aún no se porque jamás le llamábamos Sra. Luisa en vez de la “vieja Luisa”… en todo caso, como un ritual, mi mamá Clemencia se bañaba, se echaba talco perfumado, se empolvaba la cara y hasta de ponía un brillo en la boca, para sacar una “silleta” y sentarse sobre la acera, allí veía los muchachos de la cuadra jugar, casi todos sus nietos y nietas que vivíamos cerca nos escapábamos de nuestras casas para estar con ella… era como un tesoro verla allí, cuando ya iba a empezar “la novela” se metía y ya nadie podía molestarla, ni siquiera yo que era su preferida…

Su muerte me sorprendió, porque además hay cosas que enlazan su partida con cosas que yo estaba viviendo en ese momento. Recuerdo su ataúd en medio de la sala, con toda esa parafernalia de los velorios, tan tristes, tan punzante y tan letal en ese pasar de las horas prolongando la agonía de ver a quien amas allí.. inerte.. sin vida…la calle estaba llena de vecinos, amigos, prácticamente se cerró la cuadra. Yo estaba en shock, me encerré en su cuarto y allí pasé mi dolor, a través de la cortina de la puerta podía ver como la gente se acercaba a ver a mi mamá allí, metida en esa caja, ya no hablaba, ya no me miraba, ya no jugábamos, ya no me tejía crinejas ni me sobaba las cejas para tranquilizarme, se fue para siempre, se acabó.

Jamás me acerqué a verla, quizás por temor a confirmar que estaba allí inerte para siempre.

No me gusta velar mis muertos, ni mirar sobre el vidrio del ataúd, ni visitar cementerios…



Lo escribí un sábado luego del Supermercado (DIARIO DE UNA AGONIA 93)

Es sábado, fui al supermercado, hacia tiempo no lo hacía. Desde que mi mamá esta hospitalizada en Nirgua encerrada allí, no había vuelto a hacer mercado formalmente, y hoy fui. Definitivamente aunque parezca paradójico por el trabajo que diariamente realizo, hoy el ver a la gente caminando por los pasillos, haciendo las colas en las cajas, en el centro comercial… me abrumó. Una especie de agorafobia me invadió.

Salí despavorida, me pareció eterno el tiempo transcurrido mientras salía del supermercado, atravesaba el estacionamiento y me montaba en mi carro… veía todo terrorífico, puse la radio, era un regueton… subí el volumen para aturdirme, para no distraerme con los carros, con la gente a mi alrededor, para no mezclarme con la vida allá afuera, porque ellos están vivos...…

También me ha invadido una profunda tristeza… me siento sola, con una soledad infernal… creo que es gigante, la soledad me siguió desde el supermercado, venia detrás de mí, pude verla por el retrovisor, era negra, oscura, inmensa y poderosa…es tan grande que no cabe en mi casa, que se expande… que llega al techo, choca contra las paredes,  está amenazante en la cocina, en mi habitación, tiene un rostro fiero, frío…  se me agita el pecho, me siento acorralada… ¿a quien puedo contarle como me siento?
……………………

De que esta hecha la nostalgia? Como describo la soledad? Que hago con las horas? Cuando amanece?

Creo que mi vida, que mi corazón es un saco roto… por más que le echo vainas y vainas…sigue vacío… nada dura, nada se queda, todo pasa. Todo.

Al llegar me fijo en cada objeto de mi casa… el reloj, la lámpara, el sillón, los libros… las flores sobre la mesa… y me repito. “esta es tu realidad”  no hay otra, por muchas que te inventes ésta es tu realidad…

 Hasta el final de la pelea… hasta el último raund.

De vuelta al Blog...

Mas de un año sin poder entrar aquí... cuantas cosas han pasado en este tiempo! Demasiadas. debo juntarlas en mi memoria para desgranarlas poco a poco y dejarlas escritas acá, como testigo de esta vida que nos ha tocado vivir y sobrevivir...