sábado, 23 de julio de 2011

DIARIO DE UNA AGONIA (76)

Conduje por la autopista como casi todos los días, eran las 12 y 13 minutos de la noche cuando me incorporé por el peaje. Casi todo el camino estuve hablando sola, no pude evitar llorar, no lo hago con frecuencia… quizás eso haya hecho que muchos crean que soy una mujer fuerte. Si me hubiesen visto… desplomada, solitaria, abrumada, confundida… hablando en voz alta para oírme… imaginando que mamá Clemencia, me decía “calma hija, que todo pasará” sintiendo como tejía crinejas en mi pelo, o como me pasaba sus dedos por los parpados de mis ojos para obligarme a cerrarlos y dormir.. dormir…. Dormir…


Se acumulan los eventos y obviamente vuelvo a repensar en la razón de la vida, en que todo se termina, todo tiene un final, miraba las montañas oscuras por la noche, habían pocos carros… pensé que era mejor manejar de noche aunque no pudiera buscar perfiles humanos en los bordes de las montañas, ni figuras en las nubes como lo hago cuando manejo de día, tratando de distraer la mente de esa rutina diaria a la que las terribles circunstancias me obligaron cuando esos malnacidos mataron a mi hijo.. a mi bebé.. a mi niño… a mi amigo y compañero, a mi equipo.. a mi todo.. a MI TANER.

No puedo darme el lujo de desplomarme siempre que quiero, mi familia tiene una manera muy peculiar de exigirme que me mantenga erguida a pesar de las circunstancias.

Eres una “campeona Invicta de la Vida” me dijo mi amigo Manuel Rodríguez, pero ¿a qué precio?

Cuando veo a mi mamá perdida en sus tiempos, en sus recuerdos… con la mirada tendida entre los escombros de todo lo que se ha derrumbado en nuestras vidas desde la muerte del “negro” y el vil asesinato de mi hijo, pienso que ha sido una forma de escapar… Los recuerdos a veces no son buenos compañeros de viaje… te persiguen, te atormentan, te comprimen el alma y hasta pueden acabar con tus sueños, con tu risa y con las ganas de seguir viviendo.

Me sorprendí cuando llegué a mi casa, había hablado sola durante todo el camino, había hablado con la única persona que me entiende. CONMIGO MISMA, fue una conversa entretenida, porque solo yo tengo las respuestas a mi misma…. Estaba agotada, miré a mi alrededor, el vacio físico, el vacío espiritual y el vacío del alma que no encuentra sosiego, es una pesadilla, te despiertas, miras el sol con indiferencia, “Ese sol que sale todos los días aunque yo quiera estar a oscuras, ese sol que es indiferente a mi dolor, ese sol que te demuestra que la vida sigue aunque tu estés muerta, a ese sol tu no le importas… él sigue alumbrando…”

Los grillos me aturden, hay muchos grillos en el jardín.

Nadie me entiende, quizás sea yo la que no me comunico, quizás sea yo la que debe aprender a decir las cosas… quiero descansar, me siento agotada. Tengo rabia, me consumo por dentro, la única palabra que repito es: “no me importa”… nada me impresiona, nada me llena o… ¿será que estoy tan llena que nada me llena?

NO QUIERO IR AL MALDITO CEMENTERIO…. Es como aceptar que mi hijo esta ahí.

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