miércoles, 20 de abril de 2011

DIARIO DE UNA AGONIA (69)

Era una camioneta enorme, así la veía yo, color verde con los marcos de las ventanas blancas… nunca me había montado en un carro así, en realidad, en los viajes anteriores que Juan Pargas nos llevaba a ver a mi mamá Ana y a mis tíos a Maracay lo hacíamos en una camioneta Ranchera largota… Ese día, Juan Pargas el chofer se bajó y saludó a mamá Clemencia y enseguida Marlenis, Digno y mi tío Hermógenes comenzaron a subir las cosas…hasta el baúl donde mi mamá guardaba sus cosas más valiosas: el dinero metido en una media negra con un nudo, la vajilla que mi papá le había traído de Ciudad Bolívar de porcelana azul bellísima, un infaltable frasco de miche o anís, del cual yo bebía en la misma tapa, un cuadro de Jesús Crucificado, fotos… yo no entendía porque tanto movimiento, otras veces el Sr. Juan Pargas nos había llevado a Maracay pero nunca habíamos llevado tantas cajas, tantas bolsas.


Mi mamá Clemencia había recogido huevos del gallinero, envasó ají, llevaba caraotas y para mi todos los changuitos míos estaban en esas cajas… mi uniforme Blanquísimo de la escuela “José Felipe Márquez” mamá Clemencia lo había regalado días antes, mis libros, la cartera que ella misma me había tejido… la silleta de cuero, el jarro de tomar agua, los platos de vidrio grueso amarillos con figuras de delfines, unas jícaras nuevas, las totumas que estaban arriba del tinajero y hasta una réplica de la ultima cena que estaba en la sala…

No parecía un viaje como los anteriores, aún así… hasta muchos años después, entendí que hay viajes sin retorno… que hay mudanzas… que tienes que irte de algunos lugares que no quieres dejar…

Que te llevas su aroma… su olor… sus recuerdos… pero nada más. TIENES QUE IRTE Y YA.

Nuestra casa de Bahareque se quedó sola… con sus aposentos… con su enorme puerta de madera en la sala, con su piso de tierra en la cocina que se barría con escobillón, había una banqueta hecha con un árbol cortado a la mitad a lo largo donde nos sentábamos al frente del fogón para calentarnos todas las mañanas para esperar el guarapo y la paledonia, yo era la única junto a mamá Clemencia que tomaba Bolón…y panela, creo que yo lo hacía para adularla, en las noches hacíamos lo mismo pues la ultima comida era a las 5 de la tarde y a eso de las 7 u 8 nos servía una jícara con guarapo y biscocho y si teníamos suerte otra paledonia!!!

Dejamos nuestra casa, con su fogón, con los estantes de la Bodega vacíos, con ese techo de caña brava y Zinc oxidado, con esas ventanitas estrechas para evitar el frío, con esas paredes frisadas con cal, pintadas muy blancas… donde yo hacía interminables dibujos con los cascajos de las piedras arcillosas que recogía del suelo… comenzaba en una esquina y terminaba en la otra… me encantaba, pienso que, mi mamá Clemencia debió amarme mucho para permitirme hacer eso.

Yo dormía con Marlenis… pero peleábamos mucho y al final a ella le dieron otra cama

Salimos de Chejendé temprano… pero era de día, mi mamá me acostó en sus piernas porque hacía frío a esa hora; pudo haber sido el mes de agosto… así como hoy tantos años después: No entiendo lo que pasa a mi alrededor.

Recuerdo que hicimos una parada en un restaurante de carretera, era mi primera vez y la de todos!!! Juan Pargas que ya era baquiano porque hacía muchos años que se había venido a vivir a Maracay, miró a mi mamá que estaba aterrada ante al insistencia del mesonero y le dijo: -Pida Arroz a la cubana Comadre.

Y todos pedimos lo mismo. Nos sorprendimos con los cubiertos, pues en Chejendé comíamos solo con cucharas y los mojitos lo comíamos con las manos… parece que les estuviera hablando de hace dos siglos atrás… pero en Chejendé aún ahorita en este siglo, no llega la prensa… hay que buscarla en Monay o en PamPam…

Hoy hablando con mi mamá Ana a pesar de su poca memoria… en un momento en que pudo ubicarse hablamos de muchas cosas… nos reímos… le dije que cuando olvidara que yo era su hija, le colocaría mi nombre al retrato de Marilyn Monroe… para que ella creyera que era yo…. Se burló de mi… con la chispa de siempre, con sus chanzas… nos reímos un poco antes de que ella volviera a caer en su oscuridad, en su huida de la realidad.

Así como yo aquel día de agosto, sin saber ni entender que pasa a mi alrededor… así me miró de repente y yo supe que ya.. se habían escapado los recuerdos de su memoria, pero en mi viaje de regreso hoy a mi casa … recorrí mis mudanzas.. ¿Cuántas? Muchas… de día, de noche, casi ninguna a gusto… todas con un susto en el pecho, con muchas cajas, con pocas cosas…. Con muchas… con nada…

Con un hijo menos… esta es la peor de todas, la más dramática, la más cruel… Sin MI TANER increíble.

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