Le enseñé a mis hijos cuando
estaban muy pequeños que se aprendieran 2 cosas básicas ante cualquier
emergencia: los números telefónicos y dirección de la casa, y a acudir a los
uniformados de azul, los policías.
Recuerdo una vez que fui al
parque de ferias con mis hijos y mi hermana, MI TANER tendría como 5 añitos y
la niña 2, queríamos ver la feria ganadera e industrial, era marzo igual que
ahora. Había mucha gente, eran como las 4 de la tarde.
En la ruta desde la
entrada al parque hasta los galpones de exposición, los espacios para caminar
eran reducidos por la cantidad de carros que estaban aparcados.
Cuando atravesamos un camino
entre una fila de vehículos tomé a la niña en mis brazos y a mi hijo lo tomé de
la mano y lo puse detrás de mi entre mi hermana y yo, al llegar del otro lado
ya no lo vi… se nos había perdido, la angustia nos invadió, comenzamos como
locas a caminar alrededor del sitio, fuimos al puesto de policía dispuesto en
el mismo parque y notificamos sobre el extravío de mi hijo… yo esperaba que él
recordara lo que siempre le había dicho:
“si te pierdes busca a los señores vestidos de azul, los policías y le
dices mi nombre y mi teléfono si?”
En la tarima anunciaron por
micrófono que se había extraviado un niño
de 5 años, vestido con pantalones de blue jeans y camisa a cuadros verdes y
rojo, cabello rubio, si alguien lo ve que lo lleve hasta el puesto policial.
Hubo un momento en que la
angustia me tenia paralizada y El negro (mi hermana) me dijo: quédate aquí en
éste sitio con la niña, no te muevas! yo lo busco. Estaba oscureciendo y ya habíamos
pedido ayuda al jefe policial del estado que para ese entonces era nuestro
amigo y estaban varios funcionarios en la búsqueda.
Después de más de una hora, mi
hermana regresa con mi hijo… lo retiró en el puesto policial y me cuenta mi
hermana que el agente que estaba a cargo no le quería entregar al niño porque
no creía que fuera su tía, mi hermana era bastante morena y él era rubio. Riéndose
mi hermana me contó que cuando el policía le preguntó a mi hijo que quien era
ella, el niño le respondió. “ella es neguita pero es mi tía”… todos rieron, y terminaron por entregarle al
niño.
Cuando los vi llegar a donde yo
esperaba con la niña tuve que contenerme porque tenía rabia y emoción de verlo!
Ya calmada le pregunté cómo se había
sentido mientras estaba perdido y me dijo:
- “mami, un policía me montó en su moto y me
dio vuelticas para buscarte y me decía, -si ves a tu mamá me dices para
llamarla” -pero yo mami te vi muchas veces pero quería seguir dando colita en
la moto del policía…”
Ésa policía me inspiraba
confianza, ésa policía con todas las fallas hacía que me sintiera segura, en mi
barrio queríamos ver una patrulla pasar por nuestras calles porque nos hacía
sentir protegidos, de hecho si yo me extraviaba en alguna vía en cualquier ciudad
mi impulso era buscar al policía que me orientara para sentirme segura…
Trabajé muchos años para la
gobernación, nunca recuerdo haber hablado de política con los policías, nunca
supe si mis compañeros de trabajo eran adecos o copeyanos, o masistas… para mí
solo eran policías, algunos entraban a la escuela por recomendación de un amigo
diputado, o concejal, de hecho yo recomendé el ingreso de unos jóvenes de mi
barrio, pero igual les hacían sus pruebas, me consta porque mi hermana
trabajaba en la oficina de ingreso y hasta el sol de hoy, no sé a qué partido político
pertenecían. Solo sé que se convirtieron en policías.
Hoy la policía es mi terror, la
policía es el enemigo que puede torturarte, golpearte y hasta matarte…. Ésta policía del socialismo del siglo XXI que
se ha ido formando y que lleva 15 años alimentándose del odio y el
resentimiento contra el pueblo que se atreve a pensar distinto es otra cosa.
Son una amenaza pública.
Ésa misma policía que conformada
en bandas delictivas que matraquean, contrabandean y controlan zonas aplastadas
por la delincuencia, ésa, asesinó a mi
hijo para robarle el carro, ésa policía que ha matado a tanta gente en todas
partes, es esa policía que durante éstos más de 40 días de protestas en todo el
país, ha torturado cruelmente a jóvenes, hombres, mujeres y niños sin ninguna
distinción.
Perdimos el país? Se nos escapó
de las manos? Pudo más la comodidad de dejarle a otros la responsabilidad
natural que como ciudadanos tenemos todos de la defensa y la protección de la
patria?
Pienso que si, que los que
queremos un país mejor somos mayoría, pero actuamos como esas parejas de
casados que después de tener la casa, el carro, los hijos y un trabajo, nos sentimos
seguros, nos echamos en el sofá y nos descuidamos con la pareja… y cuando
creemos que hay conflictos se lo dejamos al tiempo para que lo arregle, porque
estamos seguros que no pasará “a mayores” y aunque siempre hay consejeros que
advierten sobre las consecuencias de las malas actitudes… uno le va dejando a
los otros la responsabilidad… hasta que hoy nos damos cuenta que no hay marcha
atrás.
Estamos en permanente alerta,
encerrados en nuestros hogares, condenados a vivir en “Libertad condicional” rogando llegar vivos a la casa, escondiendo
los teléfonos cuando andamos en la calle, sintiendo que ése carrito que hemos
adquirido con tanto esfuerzo durante años de trabajo, puede ser la causa de
nuestra muerte. No podemos lucir en público la sortija de oro que nos dejó la
abuela, y mandar a nuestros hijos a las escuela o universidades se ha
convertido en una hazaña, lo que hace poco más de 15 años era cotidiano se ha
convertido en algo extraordinario…
Recuerdo que en la pobreza de mi
hogar, con las dificultades de mi madre por sacarnos adelante, me acuerdo que hacíamos mercado en el Central Madeirense,
que a mi mamá solo le gustaba la salchicha OSCAR MAYER, que la mayonesa tenía
que ser Kraft, que el aceite era “Mazeite” y la harina de maíz era PAN, que me
encantaba comer Queso Crema Philadelphia y un queso amarillo con separadores
que no recuerdo la marca, pero que era divino.
Nosotros por ser pobres no hacíamos
mercado en un “mercado para pobres” como se hace ahora en los MERCALES ó los
PEDEVALES, al Central Madeirense de mi zona iban a hacer las compras todos, quizás
nosotros con menos poder adquisitivo pero en las mismas condiciones higiénicas,
en un mismo ambiente digno y con variedad para escoger lo que nos gustaba
comer.
Mi madre murió hace un año y
hasta lo último se negó a hacer esas largas y humillantes colas en los mercados
improvisados de esas ferias de MERCAL, o detrás de un camión del ejército para comprar productos regulados
traídos de otros países, como esos pollos grasientos que traen de Brasil, o ese
arroz picado que traen de Nicaragua, bajo
un sol inclemente y unos guardias que te marcan un número en los brazos despojándote
de tu identidad para convertirte en un número, para que no se te ocurra “colearte”
después de 5 o 6 horas de maltrato y de espera.
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